“Al atardecer, Jesús dijo a sus discípulos: «Crucemos al otro lado del lago». Así que dejaron a las multitudes y salieron con Jesús en la barca”. Marcos 4:35-36
Con el feliz motivo de la celebración de nuestro vigésimo aniversario, una interrogante se adueñó de mi mente; ¿qué dirección tomamos? Durante los pasados años, llegamos a un punto donde la pendiente de crecimiento se aplanó, lo que obliga a una profunda introspección. Velozmente se asoma el pensamiento; “no se puede hacer lo mismo y esperar resultados diferentes”; eso es lo natural, pero; ¿y si pensamos en lo sobrenatural? ¿Hacia dónde el Señor nos quiere encaminar, para cumplir sus propósitos? Una íntima búsqueda se hizo inminente que produjo como resultado; nuevos y atrevidos sueños, la necesidad de un cambio de cultura y el deseo de abordar nuevos vehículos para alcanzar nuestra declaración de misión. La reflexión produjo también el relato bíblico perfecto y visionario, que pone de manifiesto a Jesús y a sus discípulos en movimiento.
Jesús había estado todo el día enseñando por medio de parábolas a toda una multitud. El evangelista Marcos, relata que llegó un momento, específicamente dice que al atardecer; le dijo a sus discípulos; “crucemos al otro lado”. Pienso que esto quizás fue motivo de asombro para ellos; no solo porque estaba a punto de anochecer, sino que Jesús había estado enseñando a su audiencia todo el día y que probablemente estaría preprarando a la multitud para el día siguiente. Tal vez, los discípulos estaban pensando que cada enseñanza era un presagio para algo grande la mañana siguiente, quizás incluiría señales, prodigios y milagros. La realidad es que tenían razón, algo extraordinario acontecería, pero no en el lugar donde estaban.
En ocasiones percibimos por el Espíritu que un suceso importante está por acontecer, pero fallamos en discernir el lugar y el tiempo. Mientras los discípulos pensaban en la multitud, Jesús tenía su mirada puesta en el mar. Había resuelto dejar al gentío que lo acaparaba, para centrar su atención en los eventos que estarían por suceder; “crucemos al otro lado”, les dijo. Y en un escenario de tantas preguntas, una válida hubiera sido; ¿por qué? Es decir; ¿por qué ahora y no mañana? ¿Por qué, si esto está lleno de gente que todavía tienen hambre de escuchar? ¿Por qué no descansamos y cruzamos mañana cuando amanezca? La respuesta es simple; porque Jesús absolutamente sabe el lugar y el tiempo perfecto.
Cuando Jesús dice; “crucemos al otro lado”; el otro lado significa el lugar a donde Cristo anhela trasladarnos a cumplir sus propósitos. Mucha gente se ha quedado y no cruza porque no entienden la voluntad de Dios para sus vidas, tampoco conocen la intención, ni el plan del Señor y mucho menos el lugar ni el tiempo. Es posible que en este lado haya bendición, todo fluye bien, nos sentimos cómodos y satisfechos, estamos madurando y hasta participamos en ministerios, sin embargo, aún así Dios te quiere dirigir a otro lugar para manifestar su gloria. Pero cuando nos aferramos al lugar a donde estamos, incluso cuando Cristo te dice; “cruza”, se convierte en un impedimento para evidenciar las maravillas del Señor.
La realidad es que cuando se alcanzan algunas victorias y se obtienen unos buenos resultados, se nos olvida que podemos seguir soñando con otras victorias y resultados favorables adicionales. Por tal razón, hay que traer a la memoria que, la complacencia arruina la visión en lo porvenir. Que el sentirse cómodo, bien y satisfecho, aniquila nuevos proyectos y aspiraciones. Que somos nosotros mismo quienes limitamos a un Dios que no tiene límites. Que deberíamos hacer lo natural, para que El haga lo sobrenatural. Y en este caso, hacer lo natural es; cruzar, especialmente si es el propio Jesús quien dice; “crucemos”.
Podemos seguir soñando y así nació C.L.A.V.E. Sí; porque necesitamos soñar con hermanos que caminan y crecen juntos, para llegar a la estatura de Cristo. Necesitamos soñar con líderes que puedan modelar y ser imitados por otros, como ocurrió con Cristo. Necesitamos soñar con gente envuelta en una profunda, auténtica e íntima relación con el Señor, porque ese es su estilo de vida siempre y no solo cuando asiste a la iglesia. Necesitamos soñar con una comunidad de fe estrechándose lazos fraternales de comunicación, dentro de una atmósfera de amor, con el fin de crear una misma mente y un mismo parecer como ocurrió en la iglesia primitiva. Necesitamos soñar con hombres, mujeres, jóvenes y niños; dispuestos a construir relaciones sólidas con inconversos para presentarles el evangelio. Necesitamos soñar con la plantación de una nueva iglesia, con nuevos proyectos misioneros y con la edificación de un nuevo templo. Necesitamos soñar otra vez como lo hacíamos en nuestros comienzos.
“Pastor, pero eso lo podemos hacer de este lado”. No necesariamente, especialmente cuando Jesús desea llevarnos al otro lado para cumplir su propósito en nuestra vida. Eso fue lo que quiso mostrarle a sus discípulos. Su propósito en aquella ocasión no era con las multitudes, por tal razón, era necesario cruzar. Ahora bien, cruzar al otro lado, no quiere decir estar libre de pruebas o dificultades. Desde el punto donde estamos, hasta el otro lado, existe una distancia y al recorrido de esa distancia le llamamos; “procesos”. Y es en medio de esos procesos donde Dios comienza a quitar de los corazones aquellos aspectos que no son a fin con su voluntad y que le desagradan. Los procesos buscan hacerte mas parecido a Cristo y menos a ti, es decir, menguar nosotros, para que Cristo crezca. Pero cuando esos procesos no son manejados correctamente, se convierten en crisis y eso fue lo que les ocurrió a los discípulos en la tormenta.
Recordemos que fue Cristo quien dijo; “crucemos al otro lado”. Esa declaración debe brindar cierto grado de confianza y seguridad. Si El no va conmigo yo no voy a ningún lugar. Ahora bien, ¿sabia Jesús, siendo Dios, que una vez entraran a navegar mar profundo atravesarían por una tormenta? Es una pregunta retórica, claro que lo sabia. Entonces, ¿por qué Jesus llevó a los discípulos directo a una tormenta? Porque parte del proceso que ocurre en la distancia que recorremos de un lugar a otro, incluye colocar a prueba la fe. ¿Quieres saber si verdaderamente confias en Dios? Déjate llevar hacia la tormenta, porque es allí donde tu fe te salva o tu miedo te hunde. Uno no sabe que tiene fe, sino en los momentos difíciles. Cuando todo anda bien es fácil tener fe.
En medio de la tormenta que se desató una vez entraron mar adentro, los discípulos de Jesús estaban en su proceso, pero como no lo manejaron correctamente entraron en crisis. ¿Dónde estaba Jesús en medio de la tormenta y con unos discípulos en crisis? Dice Marcos; “Jesús estaba dormido en la parte posterior de la barca, con la cabeza recostada en una almohada” (Mr.4:38). La realidad es que Jesús siempre tuvo cuidado de sus discípulos donde quiera que los llevaba, sin embargo, en su proceso de crisis, los discípulos hasta dudaron del amor de Jesús. Eso precisamente hace la crisis, desordena tus pensamientos y perturba la mente. Los procesos revelarán las áreas en el corazón que necesitan ser transformadas por el Señor. Y en esta tormenta, Jesús les mostraba cuáles aspectos en su vida tenían que trabajar, antes de cruzar al otro lado.
¿Cuáles áreas necesita Jesús trabajar contigo? ¿Qué proceso tienes que pasar para que tu fe sea probada, antes de cruzar al otro lado? Recuerda lo siguiente, es Jesús quien va en la barca contigo y aunque duerma, debes permanecer confiado porque él siempre ha cuidado de ti. No temas en cruzar al otro lado, seguramente hay propósitos divinos, proyectos noveles y metas por alcanzar. Dios siempre sabe el lugar y el tiempo en que es necesario cruzar. ¡Crucemos!
Por: Pastor Domingo Pérez Badillo