De los escritos del Apóstol Pablo, éste probablemente sea el más significativo en cuanto al tema del Espíritu Santo. El texto muestra al hombre espiritual, cuyo propósito es llevarlo a una libertad en el Espíritu. Hay 4 áreas específicas que el pasaje enfatiza en cuanto a este aspecto:
Andar en el Espíritu (v.1): A veces se le echa la culpa de todo al diablo, sin embargo, nuestra naturaleza caída también es nuestro enemigo. El primer requisito para andar en el espíritu es declarar la carne enemigo permanente. Andar en la carne es enemistad con Dios, porque ninguna obra carnal puede agradarle a El. La mayor tragedia de la Iglesia es que con sus labios confiesan el nombre de Cristo como Salvador y Señor, pero se contradicen con sus hechos y su estilo de vida. Por lo tanto, es imprescindible andar conforme a los principios de la nueva naturaleza, es decir, manifestar en la práctica lo que es posicionalmente; “Si vivimos por el Espíritu, andemos también por el Espíritu”. (Gal.5:25).
Pensar en el Espíritu (v.5): El texto sugiere que no solo es pensar, sino que también incluye los deseos y las intenciones. Dicho de otro modo sería, que quienes piensan en las cosas de la carne, irán tras los asuntos carnales. Sin embargo, el que medita en las cosas del Espíritu, buscará lo que es de Dios. Por lo tanto, la mente desempeña un papel fundamental en la libertad que produce el Espíritu; “Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad”. (Fil.4:8).
Ocuparse del Espíritu (v.6): Si los asuntos del Reino son realmente importantes, la prioridad va ser ocuparse del Espíritu; “Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas”. (Mt.6:33). Es interesante que esto es real en todos los tiempos: En el pasado, la certeza que los pecados han sido perdonados. En el presente, la confianza que independientemente las circunstancias del momento, todo obrará para bien. En el futuro, la garantía que nada que ocurra podrá separarlo del amor de Dios.
Vivir en el Espíritu (v.8-9): El apóstol expresa la realidad que es imposible vivir en la carne y en el Espíritu al mismo tiempo. Esto implica que, aunque la carne trate de evitar que el creyente viva de acuerdo al Espíritu, no va a poder evitar que lo haga. Y es que el nacido de nuevo, ya no está bajo el control de la naturaleza pecaminosa humana, sino bajo el control del Espíritu. Es decir, cuando se vive en el Espíritu solo se revela el fruto del Espíritu en la vida del creyente; “Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley”. (Gal. 5:22-23).
Finalmente, andar, pensar, ocuparse y vivir en el Espíritu produce la libertad de una vida victoriosa en Cristo Jesús sobre la cual no hay ninguna condenación.
Por: Pastor Domingo Pérez Badillo