Una mirada al Nuevo Testamento y en especial al libro de Los Hechos, revelará que los líderes de la iglesia primitiva se aseguraban que aquellas personas que abrazaban la fe fueran también llenos del poder del Espíritu Santo. La realidad es que nuestra tarea como embajadores de Jesucristo en la tierra es humanamente imposible a menos que seamos capacitados sobrenaturalmente. Al examinar el libro de Los Hechos, descubrimos también, en un lugar de protagonismo, a los discípulos de Jesús, a quienes vemos operando con gran poder, dominio y autoridad. Sin embargo, son exactamente los mismos hombres que estuvieron con Jesús durante aproximadamente tres años de ministerio y nunca mostraron evidencia de empoderamiento alguno. Y la pregunta es; ¿por qué? Existía una gran diferencia, habían sido revestidos con el poder del Espíritu Santo.
Cuando elaboramos una relación entre el ministerio de los discípulos de Jesús, antes y después de pentecostés, nos percatamos de inmediato de una gran diferencia, enmarcada en una sola palabra; poder. Por ejemplo; en Mateo 17:14-16; le traen a los discípulos a un joven cautivo y no pudieron liberarlo. En otra ocasión, Jesús, sorprende a los discípulos, quienes discutían entre ellos, quién sería el mayor ante la partida de él (Mr.9:33-35). Y quizás el momento en que Jesús los necesitó más, en el Getsemaní, los reprende diciéndoles que no habían podido velar orando ni siquiera una hora. La realidad es que los discípulos, hasta ese momento, no estaban preparados para emprender la tarea que él les había encargado, les faltaba poder.
Ahora bien, Jesús les había dicho en Juan 14:12; “De cierto, de cierto os digo: El que cree en mí, las obras que yo hago, él las hará también; y aún mayores hará, porque yo voy al Padre”. Y esta promesa vio su cumplimiento precisamente en pentecostés. Los discípulos fueron empoderados y llenos del Espíritu Santo. Ahora sí, estaban preparados para llevar a cabo la misión a la cual fueron comisionados por el propio Jesús. Y en el libro de Los Hechos, los vemos en pura acción. Por ejemplo; notamos a Pedro y Juan que subían al Templo y allí se encontraba un cojo de nacimiento, quién fue sano por la declaración de Pedro (Hch.3:6). En otra ocasión, el Espíritu Santo les muestra que Ananías y Safira les mentían en cuanto a la venta de una heredad (Hch.5:1-11). También, vemos cómo les traían enfermos de diferentes lugares y todos eran sanados (Hch.5:14-16). El milagro de la resucitación de Tabita (Hch.9:40) fue otro testimonio del poder del Espíritu Santo operando a través de los discípulos.
Estos eran los mismos discípulos de Jesús que no sabían cuál era el camino, que le negaron, que peleaban por posiciones, que no pudieron velar orando, que no podían ni siquiera orar por sanidad. Ahora la situación era radicalmente diferente, los vemos realizando un milagro, tras otro milagro. ¿Cuál fue la diferencia? Ahora tenían poder, habían sido llenos del Espíritu Santo. AW Tozer escribió; “Uno no puede ser lleno con el Espíritu Santo y no darse cuenta”. Amado, si lo tienes, sé lleno cada día y si no lo tienes, recíbelo.
Por: Domingo Pérez Badillo