Lo que parecía el lugar perfecto, para disfrutar de un espectacular café, rodeado de un paisaje maravilloso y en un ambiente familiar, se convirtió en una gran desilusión. La Hacienda San Pedro en Jayuya no abrió al público, a pesar del día festivo. Aunque hice otras gestiones en el hermoso pueblo, no fueron fructíferas y terminé en una modesta panadería justo al lado de la plaza de recreo. Mi ilusión había recibido un terrible golpe.
Meditando sobre el asunto recordé algunos ejemplos de desilusión en la Biblia, entre ellos, Moisés cuando supo que no entraría a la tierra prometida, el joven rico cuando no quiso vender lo que tenía y ni hablar de la decepción del profeta Natán con David. Una desilusión ocurre cuando algún plan que trazamos fracasa. En ocasiones también, nos desilusionamos con personas en las cuales hemos depositado plena confianza.
La realidad es que todos nuestros planes y nuestra confianza deben ir de la mano con Dios. El salmista decía con exactitud; “Bienaventurado el hombre que puso en Jehová su confianza…” (Salmos 40:4). A Josué, Dios le dijo; “…cómo estuve con Moisés, estaré contigo, no te dejaré, ni te desampararé “. (Josué 1:5). Aveces, son esos momentos que, nos hacen más sensibles a la voz de Dios y es precisamente ahí cuando escuchamos su oportuno susurro; “no te desanimes, yo estoy contigo“. Cuando la desilusión toque a tu puerta, ábrele con la llave de la esperanza en un Dios que siempre sabe lo que es mejor para ti.