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La Hora del Café

Hace años trabajé en la Cooperativa de Hatillo, donde aún conservo buenas amistades, uno de mis expresivos compañeros, tenía una frase muy particular cuando el café de la mañana no tenía el mejor de los gustos. Decía; “el café no sirve pa’ na, pero calienta el estómago”. Era como un aviso para nosotros, por si queríamos tomar otras opciones.

De alguna manera similar, una vez el Apóstol Pablo abrazó el evangelio y comenzó a predicar las buenas nuevas de salvación, muchas cosas que eran importantes para él comenzaron a perder valor y, con seguridad, ya “no servían pa’ na”. De hecho, a los filipenses les escribe de manera firme y contundente, diciéndoles que había desechado todo y lo consideraba basura a fin de conocer a Cristo. Otra versión sustituye la palabra basura, por estiércol. ¡Qué manera de expresar lo valioso que era conocer más a Cristo y el poco significado que tenían las cosas que antes valoraba!

Fue por amor a su Señor y Salvador que Pablo perdió todo lo que una vez fue muy querido para él: el orgullo de su tradición, de su linaje, de su observancia de la ley y de todo cúanto anteriormente había considerado como medios de acceso a la ciudad celestial.

Mientras lees estas líneas y disfrutas tu sabroso café, medita en las cosas que realmente son valiosas para ti. Es posible que si haces una reflexión sincera, te darás cuenta que nada se compara al valor de conocer a Jesús y que probablemente te estás enfocando en las cosas incorrectas. Experimentar el poder de Cristo manifestado en nuestras vidas es pura ganancia y razón más que suficiente para no mirar atrás.

#LaHoraDelCafé