¿Será cierto que Dios utiliza las tormentas para llevar nuestra barca hacia dirección correcta? ¿Será cierto que usa las lágrimas para aclarar nuestra visión? ¿Por qué el Señor en su soberanía, permite que ocurran cosas en nuestra vida que son difíciles de entender? ¿Acaso, queremos realmente entender todo lo que nos ocurre? ¿Por qué cuando Jesús dice; “Pasemos al otro lado”; con lo primero que los discípulos se encuentran es con una tormenta?
Había sido un día muy atareado para Jesús. Había estado enseñando durante todo el día, y no es para menos que al llegar la noche estuviera cansado y agotado. La realidad es que Jesús necesitaba descansar y alejarse un poco de toda aquella multitud que le seguía constantemente. Y es el propio Jesús quien le dice a sus discípulos: “Pasemos al otro lado”. No sabemos cuán rápido, pero Jesús queda dormido. De pronto, comienza a manifestarse una gran tormenta, provocando grandes olas que su vez golpean la barca y los discípulos, dice el texto; “se anegaban y peligraban”. Esto habla de la magnitud de la tormenta porque después de todo los expertos o los que estaban acostumbrados a estos eventos en el mar eran los discípulos. Pero esta tormenta era diferente. Probablemente nunca antes habían experimentado algo similar.
Muy a menudo nos desesperamos en medio de la prueba, cuando lo único que deberíamos hacer es confiar y esperar. Es necesario entender que Jesús nunca llevó a sus discípulos a experimentar escenarios fáciles. Sí Pastor, pero esta prueba es diferente. La realidad es que la tormenta siempre pasa y muchas veces descubrimos que las mismas olas que nos asustaban, sirven para alterar nuestro camino y dirigirnos a puerto seguro. A veces la tormenta llega para re-dirigirnos hacia dirección correcta. En ocasiones las lágrimas llegan para aclarar nuestra visión. Sabiduría implica entender que, aunque todo parezca gris y tenebroso, si confiamos y esperamos, nuestro entorno se llenará de color. Hace poco aprendí de un pastor colega que, se puede dormir en la tormenta y que a veces es necesario tener más fe para dormir que para calmar la tormenta.
Al final de la prueba, quedarán las cicatrices, pero ellas formarán parte de tus credenciales, de tu resumé. Porque es fácil servir mientras todo va bien, pero en las situaciones difíciles de la vida, ahí es que se le dará peso y profundidad a tu lealtad al Señor. La persona que no tiene cicatrices es difícil de fiar, porque no ha experimentado la prueba. Las pruebas y tormentas nos hacen madurar. Los tiempos de sequía nos llevan a profundizar en tierra buscando el agua viva y eso le da peso y profundidad a tu experiencia de fe.
La próxima vez que sientas que Jesús te dice; “Pasemos al otro lado”, recuerda que puedes descansar y confiar, que independientemente las pruebas en el camino, él te llevará a puerto seguro. Y si de casualidad te olvidas, recuerda mirar tus cicatrices, porque si lo hizo una vez, seguramente lo hará otra vez.
Por: Pastor Domingo Pérez Badillo